“La cabeza lleva el saber y el sabor. La gastronomía tiene implícita una parte cultural importante, porque los sabores en la memoria son los que conforman a un gastrónomo, a un gourmet. Es la despensa emocional. El momento de la gastronomía es la emoción, además de la altísima calidad y los magníficos productos, la cocina tiene que ser hoy emocionante”. Jacobo Gavira de Parga.
Por: Mónica Novas Dios - Psicóloga clínica y sexologa
Partiendo de estas afirmaciones, quisiera explicar como desde la gastrosexología, podemos explicar desde un punto de vista científico el funcionamiento de esta “Despensa emocional”.
¿Porque cuando volvemos a un lugar, una ciudad o un país volvemos inexcusablemente a saborear y degustar los platos, vinos , destilados en el mismo lugar? ¿Porque tenemos la necesidad imperiosa de saborear esos productos para volver a sentir que ya estás de vuelta?
La memoria de los sabores y los olores de cada lugar, marcan nuestra relación directa de placer con ese lugar.
En nuestra primera visita a esa ciudad diversos sabores placenteros se han unido a una situación emocional positiva provocada por diversos factores, como por ejemplo, un acompañante agradable, el descubrimiento de un aroma o un sabor nuevo, el lugar que rodea a ese producto, una noticia agradable.
En ese mismo instante, su aroma pasa a guardarse en la parte del cerebro donde guardamos la memoria placentera de los sabores. No solo recordaremos el sabor, sino el lugar, la persona que nos acompaño y la situación positiva que nos hace volver a ese lugar para conseguir volver a tener las mismas sensaciones placenteras que vivimos la primera vez.
La amígdala cerebral juega un papel central y es la zona que determina el almacenamiento de memorias emotivas; el contexto emotivo que rodea el momento de descubrir un alimento puede tener un impacto en la duración y fuerza con la que recordaremos posteriormente ese sabor, tanto positivamente como negativamente. Un exceso de cantidad, un dolor estomacal, una compañía agradable o un lugar confortable. Todos estas variables pueden convertir una experiencia gastronómica en una memoria emotiva positiva o negativa.
En definitiva, la memoria de los sabores de un lugar no se guarda en nuestro cerebro de manera aislada, sino que lo conforma una unión de recuerdos placenteros que rodearon a ese sabor en esa ciudad, lugar o país.
Para poder experimentar esa maravillosa sensación de saborear algo y evocar un momento del pasado, intervienen prácticamente todos nuestros sentidos, desde la vista, el gusto, el olfato… podemos, incluso sentir aquella felicidad o aquel estado de ánimo del momento evocado. Para activar esta memoria involuntaria, el estímulo detonante es esencial. Un sabor, un plato, un ingrediente en su punto de maduración, un aroma…
Si fuéramos capaces de recrear de nuevo la situación original que causó tal placer y emoción positiva, podríamos acercarnos levemente a la misma sensación de placer. No podremos recrearla de igual manera puesto que en nuestra memoria, poco a poco hemos convertido esa sensación en una situación idealizada.
Lo divertido de volver a los lugares, sabores y personas que rodean a esta memoria de los sabores, es poder conseguir acercarse un poco al placer que habíamos vivido y a incorporar nuevas memorias placenteras, nuevas personas, nuevos aromas que incrementen el placer que habíamos vivido en ese lugar. Como dice la canción: “ Y volver , volver , volver a tus brazos otra vez..”